El diseño editorial es único en su género, se sirve de un cuerpo de reglas fijas para desarrollar sus proyectos, y, sin embargo, prescinde de é para alcanzar los ideales creativos de los diseñadores. El diseño editorial no es una ciencia experimental, pero lo parece, no renuncia a sus principios, pero lo hace, y absorbe las últimas tendencias del diseño gráfico como sólo lo hace el arte con el que está enlazado como con vasos comunicantes. El diseño editorial es arte, se le mire por donde se le mire y hace ostentación de ello. Lo que hace al diseño editorial diferente a otro tipo de diseño gráfico es que el editorial ha de estar reinventándose constantemente. El diseño editorial fusiona dos claves del diseño gráfico, por un lado se aferra de algún modo a plantillas y esquemas que sirven de base, por ejemplo a la edición de libros, y, por otro, propone reglas para combinar las estructuras que forman los módulos de textos, las fotos, los dibujos o la tipografía. Sin embargo, se trata de esquemas y de reglas de compromiso formal que el diseño editorial ha de romper por su propia naturaleza, para generar atractivo, para llamar la atención del lector que ha de comprar el producto sin apenas conocer su contenido, para generar el impulso de compra. Los diseñadores que se encargan de la maquetación de libros han de asumir que sus diseños han de tener una definición, pero también una componente transgresora si quieren que su propuesta se sitúen bien. Un diseñador gráfico que diseña la etiqueta de una lata de una bebida light agradable al paladar y refrescante lo tendrá más difícil para salirse de lo que comunica una identidad de marca. Sus límites de diseño están muy definidos, aunque no lo parezca. Un diseñador de libros nunca abandonará los cánones más formales de la maquetación de libros, porque el público siempre ha de reconocer los mensajes de un producto que se basa, por encima de todo, en el contenido. Un buen diseño editorial no dejará nunca una óptima legibilidad de las páginas de una edición de libros, no echará por tierra la lógica haciendo destacar lo menos importante por encima de lo destacado que se ha de comunicar. Un buen diseño no pondrá en aprietos toda la coherencia del producto. Sin embargo, cualquier lector experimentado y con gusto educado en el buen diseño editorial recordará siempre algún ejemplo en el que lo que podemos llamar el juego de la ilustración de un libro fue una recreación para la vista, tanto como para dejar huella imborrable en su memoria lectora. Se trata de un equilibrio inestable entre lo que debe ser una adecuada edición de libros, lo que es y lo que puede llegar a ser, sin dejar de ser. Una paradoja para los servicios editoriales, para los editores, pero una certidumbre para sus creativos que han de trabajar siempre para esos fines con todo el potencial de sus mimbres creativos. Diseño editorial, ciencia experimental que bebe en vasos comunicantes. |
Escrito por Administrator
Miércoles, 25 de Abril de 2012 17:51
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