Maquetación es una de esas 'palabras abiertas', abiertas a las interpretaciones, con significados múltiples, que el uso popular y que, en su caso, las aplicaciones industriales han extendido en un ramillete de conceptos válidos. Sin embargo, en lo que se refiere al diseño editorial, maquetación es un término más concreto. En muy pocas palabras, se trata de la organización interna de contenidos escritos y visuales. ¿Un ejemplo? Las técnicas que se aplican en la edición de libros. La maquetación es una parte más del diseño editorial, es cierto, pero tiene un gra n peso específico, resulta de vital importancia para el desarrollo de todo proyecto, porque es su parte más visible. De ella, se deriva la percepción que tendrá el consumidor o la coherencia entre los fines perseguidos por el proyecto y el producto final. Sin una buena maquetación, el todo libro pierde impacto visual como mercancía que se autopublicita, opciones para ser comercializado y hasta capacidad para comunicar cuando sus páginas llegan a las manos del lector. Pero la maquetación de libros es algo complejo. Todo está relacionado y todo se relaciona en la maquetación de libros de un diseño editorial: El tamaño de las letras y sus familias, la fórmula elegida para seriar las imágenes, la seguida para la ilustración de un libro o la elección de los colores. Todo, para llegar al público que lo leerá y para hacerlo ajustándose a la fórmula de comunicación del proyecto y al estilo en el que se quieren mostrar los contenidos. Y es que no es lo mismo editar un manual de normas, en el que las fotografías o las ilustraciones probablemente no serán el valor a destacar en el diseño editorial, que editar un libro infantil en el que el soporte gráfico de los contenidos será vital para un público que aún no domina la lengua y en el que el mensaje ha de llegar por asociación de ideas, a través de argumentos eminentemente gráficos. En el primer caso, la relación de normas será ajustada gracias al uso adecuado de una tipografía que resalte las diferentes categorías de los textos, los de sus segmentaciones y categorízaciones internos que aseguren una lectura lógica y ordenada que facilite su interpretación. En la maquetación de libros, las imágenes hablan por sí mismas, en el caso del libro infantil de nuestro ejemplo, lo son todo, o casi. No es la norma, porque en la mayoría de los diseños editoriales, son las letras las que ocupan ese lugar privilegiado. Las páginas de una novela sin ilustraciones es un buen ejemplo. Y es que las letras tambié n cuentan, las letras dicen mucho ¿cómo? Pues siguiendo los hilos de unas reglas que se relacionan con las bases de la percepción humana. Entendemos un texto también a través de su tipografía. La naturaleza de los caracteres, su forma, su estilo, pueden matizar las palabras, dar viveza, fuerza y un aire a los contenidos que hace que éstos sean decodificados por el lector de una manera muy particular y no de otra. De ahí, a que la tipografía sea un aliado para reforzar el sentido, la comunicación del texto, sólo hay un paso. Por eso la elección de una buena tipografía es esencial en la maquetación de una edición de libros. Incluso más, saber combinar tipografías diferentes y contrapuestas, es un arte al alcance sólo de buenos maquetadores que saben cómo, cuándo y dónde sobrepasar los límites de los libros de estilo para crear arte en todo tipo de servicios editoriales. Y si no, vayamos a un ejemplo clarificador. Imaginemos un ejemplo de incoherencia manifiesta. Imaginemos ese manual del que hablábamos más arriba, diseñado con un tipo de letra diferente a una Times, una Times New Roman, por ejemplo, que denota seriedad, autoridad y hasta claridad expositiva. Es el tipo de letra de muchos periódicos, de muchos libros sobre temas de investigación, que no divulgación. La incoherencia resultaría adoptar una familia de letras, una tipografía como las del tipo comic o las de las curzl que sirven muy bien para fines publicitarios, para los textos de esos libros infantiles a los que hemos aludido. Con esas letras, con esa composición, lo único que haríamos sería hacer entrar al lector en la duda sobre la seriedad de los contenidos. Se haría muy evidente la distancia entre lo que se leería, la forma que la que se presentaría la lectura en las páginas del documento y algo aún más nefasto, se desvalorizaría, siguiendo el ejemplo de nuestro manual, el valor del documento y de sus indicaciones. La letra es importante y sus formas son vitales para cualquiera de los servicios editoriales, pero una piedra angular sobre la que descansa la credibilidad de una edición de libros. Si los contenidos escritos, como producción humana nunca son neutrales por su propia naturaleza, nunca contienen verdades absolutas; la tipografía sigue esa misma lógica de autenticidad. Una autenticidad que hay que ganar en cada letra impresa sobre esa pieza blanca que llamamos papel. Para hacer un buen papel. |
Escrito por Administrator
Lunes, 21 de Mayo de 2012 16:22
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